martes, 1 de junio de 2021

Carletto. Esta peli ya la he visto

 Allá por mayo de 2013, el Madrid no tenía entrenador. Se acababa de prescindir de los servicios de José Mourinho, un tipo que no dejaba indiferente a nadie, y que hoy es amado y odiado a partes iguales. En ese momento, es decir, hace justo 8 años, Florentino Pérez dijo que le gustaría que Zidane fuera el líder de su proyecto deportivo. Si sorprendente era que alguien que no había entrenado nunca a ningún equipo puntero fuera a dirigir los destinos deportivos del mejor club de la historia del fútbol, no menos sorprendente fue que tan solo unas semas después de las declaraciones del presidente, el que iba a ser el líder quedaba a la sombra de uno con más historial que él: En julio de ese mismo año, el Madrid fichaba a Carlo Ancelotti como entrenador.

El caso es que Ancelotti no lo hizo mal del todo, y esa temporada se ganó la Décima, y continuó siendo nuestro entrenador hasta que fue despedido al final de la temporada siguiente, porque, de nuevo en palabras de Florentino Pérez, "la exigencia en el Madrid es máxima", y no se habían cumplido las expectativas. Hasta ahí, todo normal: Ganas, te quedas; pierdes, te vas. Y además, te vas con toda tu gente. Es decir, que el que iba a ser el líder del proyecto deportivo también se fue.

Después de Ancelotti, vino Benítez, que no cuajó por razones que no vienen aquí al caso, y entonces volvió Zidane. No tenía mucha más experiencia que cuando se fue, porque sólo habían pasado unos meses, y parecía más un parche temporal que un entrenador que fuera a durar, pero mira tú por dónde, se acabaron ganando tres (sí, tres) Champions seguidas. y algún título más, y el parche se convirtió en lo que estaba destinado a ser: el líder del proyecto deportivo. Con eso se llegó al final de la temporada 2017/2018 y en medio de la celebración por la Decimotercera, en Kiev, se va todo al cuerno cuando Cristiano (del que ya dije que no volvería a escribir aquí) deja entrever que se va, y al poco de ser traspasado a la Juve, Zidane, el referente deportivo, el guía espiritual, y el ojo derecho y la pupila del izquierdo del presidente, también da la espantada.

El Madrid va dando algunos tumbos sin encontrar quien guíe la nave, y van cayendo Lopetegui y Solari sin resultados. Entonces, en uno de esos movimientos desconcertantes, el presidente convence a Zidane para que vuelva. Y se gana la Liga. Y al año siguiente, es decir, la temporada que acaba de terminar, no se gana nada, en parte por algunos petardazos sonados en algunos partidos supuestamente fáciles y en parte por la vergonzosa actuación arbitral general en contra del Madrid. A eso se sumaron las amenazas de la UEFA tras el anuncio de la Superliga.

Y ahora Zidane que ahora ha ganado de todo, y es un tipo al que la afición ama y odia a partes iguales, dice que se va... y el Madrid se queda sin entrenador, como hace ocho años, y al igual que entonces, ahora vuelve Ancelotti.

Yo esta peli ya la he visto. El secreto está en quien será el segundo de Carletto. Ahí está la cuestión. Necesitamos a alguien de la casa, que no haya entrenado a ningún grande, y en quien el presidente confíe para convertirlo en líder del proyecto deportivo, para que esta película tenga un final, en cuanto a títulos, al menos igual que la anterior.

Pero no sigo, que no quiero hacer spoiler.


martes, 7 de julio de 2020

El Barcelona se queja de los árbitros ¿Qué ha cambiado tras el parón por COVID?

No dejo de darle vueltas a la situación tras el parón de tres meses:
- El calendario favorece indiscutiblemente a la Farsa, tanto por jugar casi siempre antes, como por tener más descanso que el Madrid.
- Los medios de comunicación siguen haciéndose eco de todas las quejas de la Farsa, obviando que lo pitado "era" y lo no pitado "no era", y ocultan cualquier cosa en la que hayan sido descaradamente favorecidos, como los pisotones del chiquitín, por ejemplo.
- El Madrid, como institución, sigue sin hacer nada, aguantando las críticas, las calumnias y las mentiras, como siempre.
- Los campos ahora, están vacíos. Todos. En un artículo publicado en La Galerna se sugiere que los estadios vacíos no presionan al árbitro y que la ausencia de una turba vociferante tranquiliza al trencilla en la toma de decisiones. Pero yo no creo que décadas de saldo arbitral favorable a la Farsa se deban únicamente a que en Valencia, en Bilbao, en la Wanda o en Barcelona el público grite mucho. Si esa fuera la razón, en el Bernabéu siempre se pitaría con justicia, puesto que dice la leyenda que ese público pasa los partidos en completo silencio. Como tampoco era el caso, habrá que poner en duda la justificación.
- Los jugadores de los equipos son los mismos, así que las injusticias en contra del Madrid no se pueden deber a que los árbitros tengan "algo personal" contra sus jugadores.
- Los altos dirigentes de la Federación y LaLiga son los mismos que antes, y todo funciona igual, pero sorprendentemente, en los últimos 7 partidos todavía no nos han pitado ni Hernández al Cuadrado, ni De Burgos.
Definitivamente algo ha cambiado. Siete jornadas son muchas jornadas como para que todo sea casualidad. Ahora los árbitros pitan con justicia, cuando antes pitaban descaradamente a favor de la Farsa. Los que antes eran proveedores de servicios arbitrales del que dice ser más que un club ahora "pasan" de su mejor cliente.
Yo me pregunto por qué. ¿Qué provoca que un proveedor deje de suministrar a un cliente?
Está claro que los tres meses de parón han supuesto una hecatombe económica, especialmente para los que tenían una situación económica previa delicadilla.
Y cuando no tienes dinero, no puedes afrontar los pagos a tus proveedores.
Quiero pensar que esa no es la razón, pero, ¿y si lo fuera?

viernes, 7 de febrero de 2020

Zidane no se equivocó contra la Real

Yo no creo que Zidane se equivocara ayer con la alineación que sacó frente a la Real Sociedad en Copa. Pienso, sinceramente, que era la que él consideró mejor, dada la altura de temporada en la que estamos, la competición que era, las bajas existentes y los próximos rivales. Y pienso también que él sabía que era un riesgo.

Por otro lado, no creo que fueran un error los cambios que hizo (o los que no hizo). El hecho, desconcertante para todo aquél que haya visto el partido, de que Marcelo no se fuera al vestuario antes de tiempo cuando su casi nulo rendimiento provocó, fomentó y facilitó todos los goles del contrario (nada menos que cinco, de los que valieron cuatro), tampoco fue un error. Como tampoco lo fue el momento en el que hizo los cambios. Y estoy convencido de que ninguna de esas cosas fue una equivocación, porque en los planes de Zidane no entraba, en ningún momento, competir seriamente por la Copa. Esa competición la usa el Marsellés para "hacer equipo". Es una herramienta para que jueguen los que lo hacen menos, pero que cuentan para el técnico. Por eso tampoco lleva a Mariano ni a Bale. Esos ni cuentan, ni contarán a menos que haya lesiones importantes que obliguen a ello. ¿Qué mejor que una eliminatoria de una competición oficial, a partido único, para que los que habitualmente no juegan se sientan importantes? Porque para Zidane, lo fundamental es que los jugadores se sientan importantes, no que ganen siempre. Porque puede ocurrir que el rival lo haga mejor que tú, o aproveche tus fallos y te elimine.

Ayer, lo creo firmemente, Zinedine tenía pensado quiénes iban a jugar y cuántos minutos desde tres días antes. Y ese plan preestablecido no iba a variar ni aunque nos metieran tres. Zidane se siente futbolista, y piensa como futbolista. No como entrenador, ni como aficionado, ni como periodista, ni como directivo. Él es jugador, y por lo tanto su objetivo es que los jugadores estén cómodos y felices, porque así, piensa él, rendirán más y los resultados llegarán fruto de la enorme calidad de la plantilla.

Ayer, me imagino que al terminar el partido Zidane se acercó a Marcelo y le debió de decir algo así como: "Marcelo, tío, la que has liado. Mira que lo has hecho mal. La has cagado en todas las jugadas que han entrado pro tu banda. Pero, como te dije, este partido era para ti, que no te pongo habitualmente. No te he cambiado, y me van a poner a parir todos los aficionados. Pero no te preocupes, que les pondré una sonrisa. Ya ves que cuento contigo. La temporada todavía es larga. Eso sí, intenta la próxima vez no dejarme mal, porque entonces vas a jugar menos que Mariano."

Ayer, coincidió que Marcelo jugó muy mal, Nacho jugó mal, Areola no paró ni una, a los jugadores de la Real les salió todo y el VAR nos anuló un gol sin que se haya podido ver un imagen clara de por qué. Muchas cosas juntas para que sucedan a menudo. Y ojo, que con todo, pudimos haber empatado al final.


lunes, 13 de enero de 2020

La undécima... Supercopa de España

A cinco minutos del final de la segunda parte de la prórroga, Morata vuela hacia la portería de Courtois. Los 25 aficionados colchoneros que se había desplazado a Jeddah para la final de la Supercopa de España se levantan de sus asientos. Rugen. Lo ven claro. Es medio gol, después de que Carvajal diera un pase perfecto, de tacón, al contrario. Van a vengar las Finales de Lisboa y de Milán de una sola vez. Saborean su tercera Supercopa de España, la primera en Arabia, y la primera entre cuatro equipos. Se ven en la historia del fútbol español..
Frente a ellos, los 50 aficionados del Madrid que han viajado para ver a su equipo en directo callan asustados. Otros cincuenta mil aficionados locales que van con el Madrid porque al otro no lo conocen demasiado bien, observan la jugada con mucha más tranquilidad. Después de 90 minutos y una prórroga se va a romper su maldición. Esa que empieza en el minuto 92.



Por algún motivo, todo el mundo sabe que esa jugada será gol. Nadie confía en que Courtois, tan decisivo en otras ocasiones, pueda pararla. Estaba escrito en donde estén escritas estas cosas que el Atlético iba a marcar, y en consecuencia, ganar el trofeo. Seguro que el ahora antimadridista Morata se veía a sí mismo siendo el héroe de la Final, mandando a su anterior y ahora odiado equipo al infierno del perdedor.
Y de pronto, llega por detrás Valverde, un tipo muy alto con cara de niño, que sin dudarlo ni un momento, caza a Morata por detrás, sin ánimo de jugar el balón.

Zancadilla limpia y eficaz. Roja directa.

Morata se va al suelo, probablemente sin entender por qué ve ahora el césped a la altura de sus ojos, en lugar de la gloria que veía hace un segundo y medio. Ni siquiera se revuelca en el suelo durante largos minutos. El dolor no es físico, sino anímico. Los jugadores del Atlético montan una tangana en el campo. Vuelan las amarillas a un lado y a otro, pero ya no importa. No ha habido gol, y el momento se ha perdido para siempre. 

Iniciamente, nada cambia en la grada: Los 25 aficionados rojiblancos siguen gritando, pero esta vez pidiendo la cabeza del madridista, porque una tarjeta roja, que es lo que prevé el reglamento, no es suficiente. Saben que están muertos deportivamente en esta final, otra vez, y quieren sangre. Los 50 madridistas y sus cincuenta mil anfitriones callan asombrados ante la jugada. Un segundo después, cuando los espectadores entienden la magnitud del suceso, la situación se invierte, y los que gritaban guardan silencio, y los que callaban comienzan a celebrar.

 El jugador blanco sale del campo con  el convencimiento de que ha cumplido su misión. y al pasar cerca del habitualmente impresentable Cholo Simeone, éste le da una palmada con una media sonrisa. Él sí lo ha entendido. No lo dirá nunca, pero aprueba la acción. Él la habría hecho igual. Quizás más violentamente, pero era lo que había que hacer. No se trata de dar muchas patadas como había planteado el entrenador del Atlético desde el principio, sino de darlas bien y en el momento adecuado. 

Y la zancadilla de Valverde estuvo muy bien hecha. Y muy a tiempo. No en vano fue nombrado Mejor Jugador del partido.

Después de eso, la suerte estaba echada. Se llegaría a los penalties, y en esa mal llamada lotería ganaría el que tuviera más confianza y el que creyera más en sí mismo. En definitiva, ganaría el de siempre. El infierno está reservado para unos pocos.


domingo, 16 de diciembre de 2018

Tarde de gatos en el Bernabéu

En el año 1085, las tropas de Alfonso VI de Castilla rodearon la muralla de Magerit, con ánimo de conquistarla. Un soldado se adelantó a los demás, y escaló la alta muralla con ayuda de una daga que iba hincando en las juntas de las piedras. Tanta habilidad y rapidez demostró que el rey Alfonso VI comentó para que todos lo oyeran "parece un gato". El soldado consiguió sobrepasar la muralla, cambió la bandera mora por la cristiana, y eso fue la señal para que las huestes del rey castellano comenzaran la batalla y reconquistaran la ciudad. Desde entonces, a los nacidos en Madrid se les denomina en ocasiones "gatos".

Algunos siglos más tarde, en 1597, Shakespeare escribió su tragedia de Romeo y Julieta. En ella, Mercutio, el mejor amigo de Romeo dio el sobrenombre de "príncipe de los gatos" a Teobaldo, primo de Julieta. Era Teobaldo un hábil espadachín, que acabó matando a Mercutio, que le había puesto tan gatuno sobrenombre.
 
Por último, hace ocho años y algunos días, el 11 de Diciembre de 2010, cuando el Madrid perdió a Higuaín y se quedó con Benzema como único atacante, nuestro entonces entrenador José Mourinho comentó que "si no tienes perro que te acompañe a cazar, pero tienes un gato, tendrás que salir con él". El perro era el argentino y el gato era Benzema, obviamente. Tras el revuelo que se montó por la frasecita, y el cabreo que se agarró Karim, a este último le quedó el sobrenombre de "gato".



Ayer en el Bernabéu jugaron el Madrid y el Rayo Vallecano. Dos equipos de la ciudad de Madrid, y por tanto, "gatos". En el minuto 12, "el gato" Benzema marcó el único gol del partido y hacia el final, Courtois, que se llama Thibaut (Para los que no lo sepan, Thibaut es como se dice en francés Teobaldo, como el "príncipe de los gatos" de Romeo y Julieta), salvó el resultado en el 93 con dos paradas de reflejos felinos que a mí me recordaron a las que Casillas hizo en la final de la Novena contra el Bayer Leverkusen. Hubo además un tiro al palo de Kroos y un par de remates de Asensio que no entraron, porque a Asensio últimamente no le entra nada. En definitiva, el Madrid salvó los tres puntos en un mal partido, otro más, donde los "gatos" tuvieron su presencia. El único que se desmarco de la noche felina fue el árbitro, De Burgos Bengoechea, que se pasó la tarde haciéndole perradas al Madrid.

lunes, 3 de diciembre de 2018

Si no tiramos a puerta, ya se meterán los goles ellos.



Cuenta la leyenda que hace muchos años una gran Armada pretendía conquistar una importante ciudad portuaria venida a menos. El Almirante que la comandaba lo tenía todo previsto: cómo acercarse a puerto, cómo colocar los barcos de su flota tapando las entradas y salidas, cómo hacer el desembarco de la Infantería cuando fuera menester, y también, por supuesto, cómo cubrir las necesidades defensivas en caso de ser atacado. No podía perder esta batalla. Sabía que el Rey, que tiene ojos en todos los lugares del orbe conocido, estaría pendiente de sus actos, y le premiaría o castigaría según el resultado de esta contienda. Más aún, teniendo en cuenta alguna que otra derrota que le había dejado con una credibilidad muy mermada.
Comenzó la batalla. Los barcos se dispusieron según lo previsto y uno de ellos lanzó un cañonazo para calibrar las distancias, con tan buena fortuna que la piedra se coló por una de las puertas de la muralla que algún defensor inconsciente había dejado abierta por error. Esa torpeza hizo saltar el polvorín de los defensores de la ciudad por los aires y todos en los barcos se regocijaron por ello.
- ¡Esto está hecho! - gritaban unos
- ¡Esta vez la victoria es nuestra! - aullaban otros
El Almirante comenzó a saborear la victoria mientras recolocaba sus barcos. Los movía de un lado a otro para que los defensores de la ciudad pudieran verlos y palidecieran ante su poderío y majestuosidad. Y todo, sin tirar ni un solo cañonazo más. Tan alegres estaban que no vieron cómo una flotilla escapaba del férreo control que ejercían sobre el puerto y lanzaban dos y hasta tres andanadas que afortunadamente no dieron en el blanco. Definitivamente, parecía que esta vez tenían a Dios de su lado.

El Rey, que todo lo veía, recibía noticias puntuales de todo y comenzaba a impacientarse al ver que las horas iban pasando y el puerto no terminaba de caer. Preguntó, alarmado, si habría suficiente munición para acabar la batalla, pero uno de sus espías le informó de que había de sobra, pues no habían tirado más que una o dos veces. Lejos de tranquilizarse, el rey estaba a punto de perder la paciencia.
- ¿Cómo que sólo han disparado una o dos veces? ¿A qué esperan? ¡Si se hace de noche y la ciudad ha resistido, aunque sea con algunos daños, para Nosotros será una derrota! - bramaba el monarca, cada vez más fuera de sí - ¡Que alguien le diga al Almirante que ordene disparar! - se desesperaba.
Pero el tiempo pasaba, comenzaba a anochecer, y el puerto seguía resistiendo. No sólo eso, sino que se permitía el lujo, de vez en cuando, de sacar alguna embarcación ligera para disparar a la flota. La confusión reinaba en la Armada, hasta que, tarde ya, cuando casi no se veía, uno de los barcos que estaban cerca de la bocana del puerto se decidió a disparar de improviso, según pasaba. El cañonazo lanzó su mortífera carga en dirección a la muralla, atravesó la primera línea de defensa e impactó de lleno en la torre del castillo, reduciéndola a un estado de gravilla. Al ver el destrozo, los defensores se rindieron por fin, y el Almirante pudo entrar en la ciudad triunfante. El Rey se enteró, por supuesto. Estaba satisfecho, pero no estaba contento, ni mucho menos, con el Almirante y su desesperante ausencia de valor para disparar. Hablaría con él. Sin duda, pero eso sería otro día. Siempre era otro día.

Y eso cuenta la leyenda.
La realidad es que ayer, contra el Valencia, si no es por un autogol de Wass y por un gol de Lucas Vázquez al final del partido en uno de los poquísimos tiros a puerta, nos vuelven a dar un disgusto. Menos mal que ganamos, y de lo de tirar a puerta hablaremos otro día. Siempre es otro día...

miércoles, 28 de noviembre de 2018

45 minutos en Roma

Ayer el Madrid estaba citado para jugar un partido de Champions a las 20:55. Después de no comparecer ante el Eibar unos días antes, había curiosidad en el ambiente por saber si esta ve sí acudiría. Le esperaba su anfitriona, la Roma, en un Stadio Olímpico engalanado para la ocasión, y lleno hasta la bandera.
Llegó la hora convenida. Sonaron los acordes del Himno de la Champions, se sortearon los campos el árbitro pitó el inicio del partido. El Madrid no estaba. Se le esperaba, pero no estaba. Muchos nos temimos otra "espantá" como la de Eibar, con el atenuante de que un par de horas antes el Viktoria Plzen había derrotado al CSKA en Moscú, y le había regalado la clasificación a octavos a nuestro equipo. "Al menos, pensamos algunos, si hoy tampoco jugamos, nos clasificaremos al menos como segundos de grupo".
Seguían pasando los minutos, y los de blanco no estaban. Los jugadores de la Roma intentaban meter goles, aprovechando que el partido había comenzado, no había rivales sobre el terreno de juego, y tenían amplios espacios para correr, acercarse a la portería del inexistente equipo contrario y tirar a puerta. Pero no lo conseguían. Algún tipo de maldición desviaba la pelota en el último momento, o la hacía botar de forma incomprensible antes del tiro, o qué sé yo. El caso es que no hubo manera, y los romanos se quedaron con las ganas de meter un gol. Ayer, ni Julio Cesar y su XIII Legión lo hubieran conseguido ante su espectral oponente.

Y llegamos al descanso.

Cuando iba a comenzar la segunda parte nadie parecía haber visto al Madrid por las cercanías del estadio. Se masticaba la tragedia a nada que la Roma tuviera un poco más de puntería. Y entonces, un defensa romanista cedió la pelota a su portero y para sorpresa de todos, allí, entre medias, apareció Bale. Nadie le había visto llegar. Nadie le había oído, pero el caso es que estaba allí. Cogió la pelota, marcó un gol y de repente todo el mundo abrió los ojos. ¡El Madrid había decidido presentarse al partido!
Y como estaban descansados, tras más de tres semanas sin jugar de verdad al fútbol, parecía que corrían y que sacaban la pelota con cierto criterio. De repente la Roma se encontró a un rival de verdad enfrente y no supo reaccionar. Pero era real lo que veían... era "el" Real al que veían, y un Real que quería jugar (con las limitaciones de la falta de práctica, claro). Y además parecía que habían venido todos, a excepción del lateral derecho y del lateral izquierdo, que por algún oscuro motivo seguían sin aparecer.
Con 0-1 y la clasificación en el bolsillo, Benzema y Lucas Vázquez, dos de los delanteros más fallones de la actualidad, combinaron en el área pequeña para meter el segundo y finiquitar el encuentro.
Después, el Madrid deambuló un poquito más sobre el césped, esperando que el árbitro pitara el final.
Victoria, clasificación y liderato de grupo. No está mal para haber aparecido 45 minutos tarde. El Madrid rentabilizó los pocos minutos que realmente "jugó".

¿Flor de Solari?