martes, 7 de julio de 2020

El Barcelona se queja de los árbitros ¿Qué ha cambiado tras el parón por COVID?

No dejo de darle vueltas a la situación tras el parón de tres meses:
- El calendario favorece indiscutiblemente a la Farsa, tanto por jugar casi siempre antes, como por tener más descanso que el Madrid.
- Los medios de comunicación siguen haciéndose eco de todas las quejas de la Farsa, obviando que lo pitado "era" y lo no pitado "no era", y ocultan cualquier cosa en la que hayan sido descaradamente favorecidos, como los pisotones del chiquitín, por ejemplo.
- El Madrid, como institución, sigue sin hacer nada, aguantando las críticas, las calumnias y las mentiras, como siempre.
- Los campos ahora, están vacíos. Todos. En un artículo publicado en La Galerna se sugiere que los estadios vacíos no presionan al árbitro y que la ausencia de una turba vociferante tranquiliza al trencilla en la toma de decisiones. Pero yo no creo que décadas de saldo arbitral favorable a la Farsa se deban únicamente a que en Valencia, en Bilbao, en la Wanda o en Barcelona el público grite mucho. Si esa fuera la razón, en el Bernabéu siempre se pitaría con justicia, puesto que dice la leyenda que ese público pasa los partidos en completo silencio. Como tampoco era el caso, habrá que poner en duda la justificación.
- Los jugadores de los equipos son los mismos, así que las injusticias en contra del Madrid no se pueden deber a que los árbitros tengan "algo personal" contra sus jugadores.
- Los altos dirigentes de la Federación y LaLiga son los mismos que antes, y todo funciona igual, pero sorprendentemente, en los últimos 7 partidos todavía no nos han pitado ni Hernández al Cuadrado, ni De Burgos.
Definitivamente algo ha cambiado. Siete jornadas son muchas jornadas como para que todo sea casualidad. Ahora los árbitros pitan con justicia, cuando antes pitaban descaradamente a favor de la Farsa. Los que antes eran proveedores de servicios arbitrales del que dice ser más que un club ahora "pasan" de su mejor cliente.
Yo me pregunto por qué. ¿Qué provoca que un proveedor deje de suministrar a un cliente?
Está claro que los tres meses de parón han supuesto una hecatombe económica, especialmente para los que tenían una situación económica previa delicadilla.
Y cuando no tienes dinero, no puedes afrontar los pagos a tus proveedores.
Quiero pensar que esa no es la razón, pero, ¿y si lo fuera?

viernes, 7 de febrero de 2020

Zidane no se equivocó contra la Real

Yo no creo que Zidane se equivocara ayer con la alineación que sacó frente a la Real Sociedad en Copa. Pienso, sinceramente, que era la que él consideró mejor, dada la altura de temporada en la que estamos, la competición que era, las bajas existentes y los próximos rivales. Y pienso también que él sabía que era un riesgo.

Por otro lado, no creo que fueran un error los cambios que hizo (o los que no hizo). El hecho, desconcertante para todo aquél que haya visto el partido, de que Marcelo no se fuera al vestuario antes de tiempo cuando su casi nulo rendimiento provocó, fomentó y facilitó todos los goles del contrario (nada menos que cinco, de los que valieron cuatro), tampoco fue un error. Como tampoco lo fue el momento en el que hizo los cambios. Y estoy convencido de que ninguna de esas cosas fue una equivocación, porque en los planes de Zidane no entraba, en ningún momento, competir seriamente por la Copa. Esa competición la usa el Marsellés para "hacer equipo". Es una herramienta para que jueguen los que lo hacen menos, pero que cuentan para el técnico. Por eso tampoco lleva a Mariano ni a Bale. Esos ni cuentan, ni contarán a menos que haya lesiones importantes que obliguen a ello. ¿Qué mejor que una eliminatoria de una competición oficial, a partido único, para que los que habitualmente no juegan se sientan importantes? Porque para Zidane, lo fundamental es que los jugadores se sientan importantes, no que ganen siempre. Porque puede ocurrir que el rival lo haga mejor que tú, o aproveche tus fallos y te elimine.

Ayer, lo creo firmemente, Zinedine tenía pensado quiénes iban a jugar y cuántos minutos desde tres días antes. Y ese plan preestablecido no iba a variar ni aunque nos metieran tres. Zidane se siente futbolista, y piensa como futbolista. No como entrenador, ni como aficionado, ni como periodista, ni como directivo. Él es jugador, y por lo tanto su objetivo es que los jugadores estén cómodos y felices, porque así, piensa él, rendirán más y los resultados llegarán fruto de la enorme calidad de la plantilla.

Ayer, me imagino que al terminar el partido Zidane se acercó a Marcelo y le debió de decir algo así como: "Marcelo, tío, la que has liado. Mira que lo has hecho mal. La has cagado en todas las jugadas que han entrado pro tu banda. Pero, como te dije, este partido era para ti, que no te pongo habitualmente. No te he cambiado, y me van a poner a parir todos los aficionados. Pero no te preocupes, que les pondré una sonrisa. Ya ves que cuento contigo. La temporada todavía es larga. Eso sí, intenta la próxima vez no dejarme mal, porque entonces vas a jugar menos que Mariano."

Ayer, coincidió que Marcelo jugó muy mal, Nacho jugó mal, Areola no paró ni una, a los jugadores de la Real les salió todo y el VAR nos anuló un gol sin que se haya podido ver un imagen clara de por qué. Muchas cosas juntas para que sucedan a menudo. Y ojo, que con todo, pudimos haber empatado al final.


lunes, 13 de enero de 2020

La undécima... Supercopa de España

A cinco minutos del final de la segunda parte de la prórroga, Morata vuela hacia la portería de Courtois. Los 25 aficionados colchoneros que se había desplazado a Jeddah para la final de la Supercopa de España se levantan de sus asientos. Rugen. Lo ven claro. Es medio gol, después de que Carvajal diera un pase perfecto, de tacón, al contrario. Van a vengar las Finales de Lisboa y de Milán de una sola vez. Saborean su tercera Supercopa de España, la primera en Arabia, y la primera entre cuatro equipos. Se ven en la historia del fútbol español..
Frente a ellos, los 50 aficionados del Madrid que han viajado para ver a su equipo en directo callan asustados. Otros cincuenta mil aficionados locales que van con el Madrid porque al otro no lo conocen demasiado bien, observan la jugada con mucha más tranquilidad. Después de 90 minutos y una prórroga se va a romper su maldición. Esa que empieza en el minuto 92.



Por algún motivo, todo el mundo sabe que esa jugada será gol. Nadie confía en que Courtois, tan decisivo en otras ocasiones, pueda pararla. Estaba escrito en donde estén escritas estas cosas que el Atlético iba a marcar, y en consecuencia, ganar el trofeo. Seguro que el ahora antimadridista Morata se veía a sí mismo siendo el héroe de la Final, mandando a su anterior y ahora odiado equipo al infierno del perdedor.
Y de pronto, llega por detrás Valverde, un tipo muy alto con cara de niño, que sin dudarlo ni un momento, caza a Morata por detrás, sin ánimo de jugar el balón.

Zancadilla limpia y eficaz. Roja directa.

Morata se va al suelo, probablemente sin entender por qué ve ahora el césped a la altura de sus ojos, en lugar de la gloria que veía hace un segundo y medio. Ni siquiera se revuelca en el suelo durante largos minutos. El dolor no es físico, sino anímico. Los jugadores del Atlético montan una tangana en el campo. Vuelan las amarillas a un lado y a otro, pero ya no importa. No ha habido gol, y el momento se ha perdido para siempre. 

Iniciamente, nada cambia en la grada: Los 25 aficionados rojiblancos siguen gritando, pero esta vez pidiendo la cabeza del madridista, porque una tarjeta roja, que es lo que prevé el reglamento, no es suficiente. Saben que están muertos deportivamente en esta final, otra vez, y quieren sangre. Los 50 madridistas y sus cincuenta mil anfitriones callan asombrados ante la jugada. Un segundo después, cuando los espectadores entienden la magnitud del suceso, la situación se invierte, y los que gritaban guardan silencio, y los que callaban comienzan a celebrar.

 El jugador blanco sale del campo con  el convencimiento de que ha cumplido su misión. y al pasar cerca del habitualmente impresentable Cholo Simeone, éste le da una palmada con una media sonrisa. Él sí lo ha entendido. No lo dirá nunca, pero aprueba la acción. Él la habría hecho igual. Quizás más violentamente, pero era lo que había que hacer. No se trata de dar muchas patadas como había planteado el entrenador del Atlético desde el principio, sino de darlas bien y en el momento adecuado. 

Y la zancadilla de Valverde estuvo muy bien hecha. Y muy a tiempo. No en vano fue nombrado Mejor Jugador del partido.

Después de eso, la suerte estaba echada. Se llegaría a los penalties, y en esa mal llamada lotería ganaría el que tuviera más confianza y el que creyera más en sí mismo. En definitiva, ganaría el de siempre. El infierno está reservado para unos pocos.